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Enojo social, Presidente impopular y rebelión en el PRI

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Por: Excélsior

La gente está muy enojada. Los encuestadores dicen que más que en medio de la terrible crisis económica de 1995. La irritación ha llevado a la popularidad del Presidente a mínimos históricos. Según los encuestadores con los que platiqué el miércoles pasado, sólo el 9% de la población aprueba la manera como está gobernando Peña Nieto. Nunca, desde que comenzaron a levantarse encuestas serias en nuestro país en el sexenio de Salinas, habíamos observado una tasa de aprobación presidencial tan baja, de un sólo dígito.

A la par, el apoyo electoral a favor del PRI también va en picada. Cada vez hay menos mexicanos que se identifican con ese partido y menos electores dispuestos a votar por sus candidatos. El PRI ya está por detrás del PAN y de Morena con un clara tendencia a la baja. Hoy, los mismos encuestadores con los que platiqué el miércoles (Ulises Beltrán, Roy Campos, Jorge Buendía y Francisco Abundis) no ven cómo pueda el PRI ganar la elección presidencial de 2018: sus números son abismales.

A lo largo de la historia, nada le ha hecho más daño al PRI como las crisis económicas. Las de los años ochenta, en los sexenios de López Portillo y De la Madrid, acabaron en el rompimiento de ese partido. En 1988, el priista Carlos Salinas le ganó la Presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas por poquito. La terrible crisis económica de 1995 llevó a que en 1997 el PRI perdiera la mayoría en la Cámara de Diputados por primera vez en su historia. Tres años después, en plena recuperación económica, con el PIB creciendo a una tasa de más del 5% anual, el electorado siguió cobrándole al PRI la factura de la crisis del 95 sacándolo de la Presidencia de la República.

Desde que estudiaba mi carrera universitaria en los años ochenta, he escuchado voces augurando la muerte del PRI. El tricolor, sin embargo, ha resistido. Estuvo dos sexenios en la oposición y logró volver a la Presidencia en 2012. Ahora, con una economía muy frágil, y el riesgo que empeore el año que entra, el PRI vuelve a estar en peligro. Si hay una nueva crisis económica de final de sexenio, ¿ahora sí desaparecería el PRI?

No lo creo. Pero corre el riesgo de perder su condición de ?partido grande? para convertirse en uno mediano o incluso marginal si la crisis económica de final de sexenio es profunda. Por eso, la supervivencia del PRI pasa por evitar, a toda costa, la agudización de los problemas actuales de la economía. Ya no se trata de que el tricolor gane las tres elecciones de gobernador de 2017 o la presidencial del año que viene, sino de evitar una hemorragia que lo transforme en partidito.

?Es difícil ser priista? en estos momentos, confiesa la diputada Ivonne Ortega, exsecretaria general del partido. La gente está enojada con el gobierno del PRI. Se entiende. Existe la percepción que la corrupción gubernamental está peor que nunca. La inseguridad está de nuevo al alza desde el segundo semestre de 2014. Y ahora la economía está pasando por un mal momento. No sólo por las amenazas de proteccionismo comercial de Trump sino porque este gobierno, el de Peña, se puso a jugar con las finanzas públicas y endeudó sobremanera al país.

Supongo que los priistas perciben esto y han de estar muy preocupados. Por lo pronto, no hemos visto el surgimiento de una disidencia que cuestione al grupo peñista que domina al partido. De repente se escucha una que otra voz crítica como las de Ulises Ruiz o Patricio Martínez. La propia Ivonne Ortega ha lanzado su candidatura a la Presidencia. Pero son acciones aisladas. No vemos la formación de una nutrida facción de priistas que cuestione al gobierno, como lo observamos en 1987 y que acabó en el rompimiento liderado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo.

Pero la política es la política y, en este sentido, estoy seguro de que dentro del PRI debe existir inconformidad con un Presidente impopular que está poniendo en peligro la sobrevivencia misma del partido. Por lo pronto, la rebeldía está soterrada: las típicas patadas por debajo de la mesa muy al estilo priista.

Aunque sean muy institucionales, los priistas son políticos que entienden bien el poder. Como todos, han de estar percibiendo el enojo social y la impopularidad de Peña y lo que éstas pueden significar para su partido. La pregunta es si se animarán a salir de las catacumbas para enfrentarse al peñismo dentro del PRI antes que termine el sexenio o si aguantarán hasta el siguiente, cuando a lo mejor el tricolor ya sea un partidito.

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