Texto de Theresa Kernecker publicado en Milenio
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En febrero comenzó el cumplimiento de otra promesa electoral de Donald Trump: la imposición de aranceles a productos mexicanos y canadienses. El tema de los aranceles cobró relevancia en el debate político de 2016, cuando Trump y Bernie Sanders abogaron por una política económica proteccionista. Esta preferencia se ve como una reacción a la globalización y la pérdida de empleos en el sector manufacturero. Trump ganó varios estados en 2016, atacando el TLCAN como el ‘peor acuerdo comercial’. Las encuestas de salida indicaron que Trump ganó casi dos tercios de los votantes pensaban que el libre comercio quita empleos a los estadounidenses.
Al igual que el tema migratorio, los aranceles son una de las áreas en las que los presidentes tienen mayor discreción para actuar sin la aprobación del Congreso. En las primeras semanas de su segundo mandato, Trump firmó nuevamente firmó una orden ejecutiva imponiendo aranceles del 25% a todos los productos de origen mexicano y canadiense que ingresen a EE. UU., en respuesta a la inmigración irregular y el tráfico de drogas. Esta semana, el Presidente Trump impuso un nuevo arancel al acero y aluminio, un guión similar a su primer mandato, cuando los aranceles fueron una respuesta a la inmigracion irregular hacia Estados Unidos.
Desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte hace más de 29 años, las economías de Estados Unidos, México y Canadá están interconectadas. Aunque el comercio no fue una de las principales preocupaciones para la mayoría de los estadounidenses, según una encuesta de Pew Research, el 59% de los estadounidenses [y un porcentaje aún mayor de republicanos] opina que el país ha perdido más de lo que ha ganado a raíz de relaciones comerciales. Un estudio comparativo de Pew Research entre México, Canadá y Estados Unidos [2017] reveló que los Estados Unidos tenía las actitudes más negativas hacia el tratado, con una notable diferencia entre demócratas y republicanos. En México, los votantes del PAN se mostraron ligeramente más a favor del tratado que los del PRI. Aunque el comercio no es una prioridad para mexicanos, según Parametría, muchos reconocen la importancia del Tratado de Libre Comercio [TLC] para la economía, aunque creen que beneficia más a los Estados Unidos. A pesar de ello, seis de cada diez mexicanos apoyan la continuidad del tratado, y solo uno de cada diez opina que México debería retirarse. Es decir, los mexicanos aceptan que los Estados Unidos se beneficie más debido a la relevancia de la relación bilateral.


En el contexto actual, no se pueden separar las relaciones comerciales del tema migratorio. La migración es una de las principales preocupaciones para los estadounidenses, y las relaciones comerciales se han convertido en el medio a través del cual el Presidente Trump quiere controlar la inmigración irregular. Generalmente, los mexicanos han tenido actitudes acogedoras hacia los diferentes grupos de migrantes: los que transitan por México, los inmigrantes que se quedan en México, y los migrantes excedentes de los Estados Unidos. Las investigaciones sobre la opinión pública indican que las actitudes hacia la migración suelen mantenerse estables a lo largo del tiempo ya que están influenciadas por preferencias ideológicas mas fijas. Sin embargo, en los Estados Unidos, la polarización política ha hecho que las actitudes sean más fluctuantes en los últimos años.

Hacia finales de 2018 y 2022, cuando empezó a aumentar el nivel de inmigración irregular en México con las caravanas de migrantes, la mayoría de los mexicanos se mostró en desacuerdo con la entrada de migrantes de Centroamérica y de otras partes del mundo. Esto cambió a partir de 2022. A partir de diciembre de 2024, las actitudes cambian ligeramente a favor de menos inmigración. Además, y de manera más específica, un porcentaje contundente [alrededor de ocho de cada diez mexicanos] desea se controle la entrada de migrantes y evitar los impuestos de los Estados Unidos. Solamente alrededor de dos de cada 10 mexicanos están a favor de permitir la entrada de migrantes, aunque los Estados Unidos imponga impuestos.

En fin, las actitudes hacia los aranceles pueden ser el resultado de preocupaciones tanto personales como a nivel nacional. Como hemos observado con diferentes elecciones en el mundo, el contexto económico y político también influye. En este caso, las amenazas arancelarias están siendo utilizadas como herramienta para alcanzar metas políticas en el tema migratorio. Por eso es posible que actitudes hacia los aranceles estén influidas por otros temas más prioritarios. En todo caso, es solo el comienzo del segundo mandato del presidente. En desarrollo de la opinión publica y de las relaciones entre nuestros países depende en gran parte hasta qué punto esta estrategia funcione para Estados Unidos a lo largo de los próximos meses y años.