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El deterioro de la imagen de Estados Unidos

Texto de Francisco Abundis publicado en Milenio

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El pasado 6 de mayo falleció Joseph Nye, quien desarrolló el concepto de “soft power” – el poder suave—. Lo publicó en un artículo de la revista Foreing Affairs en el otoño de 1990, hace 35 años. Nunca se atribuyó el término y lo rastreó tan lejos como la antigua China con Lao Tsu, en el 630 antes de nuestra era. Solo se consideró el autor intelectual en la aplicación del concepto para explicar el papel de su país al final de la “Guerra Fría”.

Formado en Oxford en sus estudios de licenciatura y posteriormente su doctorado en Harvard, su comprensión del mundo de la posguerra era enciclopédico. No deja de ser revelador que en este artículo seminal de 1990 menciona el estado de las relaciones de Estados Unidos y su importancia con Irán o México, entre otros países o regiones. Su preocupación se centraba en la relevancia y la forma en que se ejercía el poder de su país sobre el resto del mundo.

Para él, la pregunta a resolver era muy básica y fundamental: ¿el poder para qué? Su respuesta no dejaba de considerar y poner por delante los intereses de su país, solo que el mecanismo que proponía era muy distinto a lo que estamos viviendo hoy en día. Su idea de ejercer “poder” era por medio de diferentes mecanismos: la cultura, los valores, política exterior, y diplomacia.

Todo esto tenía sentido mientras estuviéramos en un mundo interconectado, en él imperaba la cooperación entre las diferentes naciones y donde su país, Estados Unidos, era el más interesado en mantener este ambiente. Como sabemos y podemos observar, estamos frente al fin de ese periodo o frente a una gran pausa, cuya temporalidad desconocemos.

En una entrega reciente, el pasado 11 de junio, el Pew Research, (el centro de opinión pública independiente con más recursos en Estados Unidos para realizar este tipo de investigación y probablemente en el mundo) reportó los resultados de un estudio realizado en más de 24 países sobre la imagen de Estados Unidos en el mundo.

En América, el estudio solo se realizó en Canadá, México, Brasil y Argentina. En África solo se llevó a cabo en Nigeria, Kenia y Sudáfrica. En Asia y Oceanía se condujo en Japón, Corea del Sur, India, Indonesia y Australia. Y en Europa en 12 países, sobre todo aquellos con más interacción con Estados Unidos.

Si bien no es una muestra comprensiva, es lo suficientemente diversa para ilustrar lo que se observa en los 5 continentes. El resultado, como era de esperarse, presenta cambios impresionantes entre las opiniones del año pasado, en 2024 y el actual 2025.

La confianza y opiniones favorables hacia su liderazgo son probablemente dos de los cambios más radicales. Casi dos terceras partes de los ciudadanos en estas 24 naciones dicen no confiar en lo que el presidente Donald Trump hará en asuntos internacionales (62 por ciento).

Es revelador que nuestro país es el más pesimista y está casi treinta puntos por debajo que el promedio de los países mencionados. En el mundo se observan solo tres países con opiniones positivas respecto al liderazgo de Trump, Nigeria, Israel (por razones obvias), India y Hungría (para algunos sería de esperarse por su régimen de gobierno). Pero en general, en las otras 20 naciones tienen una opinión que es muy pesimista.

La opinión negativa va más allá del liderazgo y se extiende al país en general. Algo que no había sucedido en la primera administración de Trump, por lo menos en nuestro país. México es el país que reporta mayor cambio a la baja con una caída en la opinión de 32 puntos porcentuales (de 61 a 29 por ciento de buena opinión). La siguen Suecia, Polonia y Canadá, nuestro otro vecino cercano afectado por el cambio de liderazgo.

En un resumen agregado de los 24 países, alrededor de dos de cada tres entrevistados no confían en las políticas migratorias del presidente Trump. La opinión es similar en temas de la guerra entre Ucrania y Rusia, las relaciones con China, los problemas económicos del mundo, el conflicto entre Israel y sus vecinos y mucho menos en lo que refiere al cambio climático.

La descripción de su personalidad es consistente con estas opiniones. El atributo que más lo caracteriza de acuerdo con los entrevistados, es la “arrogancia”. Cuatro de cada cinco entrevistados así lo ven. El segundo atributo es un “líder fuerte” (67%), similar al porcentaje de quien lo ve “peligroso” (65%). En niveles más bajos, alrededor de cuatro de cada cinco entrevistados están: “entiende problemas complejos”, “es diplomático”, y “está bien calificado para ser presidente”. En el extremo bajo está el ser honesto (28%).

Entre otros datos reveladores de esta medición, está la percepción de que China es un poder económico más poderoso que Estados Unidos. La mayor parte de Europa y América así lo vemos (12 países). Los que lo siguen viendo con liderazgo son minoría (8 países).

En resumen, Estados Unidos está abandonando una tradición de política exterior que durante toda una generación fue su fortaleza. El abandono del “soft power” como línea conductora reporta de manera inmediata sus costos. Hoy se le explica como consecuencia de un nuevo liderazgo, que se reconoce como extraño. El problema de mediano y largo plazo para nuestro vecino, y para sus ciudadanos, es que se convierta en la caracterización del país, y no solo de su nuevo liderazgo.

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